Iba a ser futbolista. El nuevo pichichi que sacaría de la miseria a aita, ama, hermana y toda la familia. Lo intenté, aunque no tenía muchas ganas. No funcionó. No he sido pichichi, no he sacado a nadie de la misera. Es más, me compré las zapatillas nuevas de fútbol y viendo que las he utilizado sólamente dos veces, podemos decir que es la peor inversión que he hecho.
Luego lo intenté con el baloncesto. No tiene tanta fama, pero bueno. Lo nuestro era imposible: había gente que decía que decía que no tenía futuro, otra gente que simplemente era malo. Lo único que decía yo era que no me gustaba la ropa tan ancha.
Detrás vinieron el balonmano y también, madre mía, los intentos de jugar a pelota mano. Me quedaba muy bien el equipaje, ya que utilizaba los mismos pantalones que para euskal dantzak (ya bastante gastados por mis intentos de ser un deportista increíble). No iba mal, pero era una chapa elegante: tienes que entrenar mucho para llegar a un lado o a otro.
Me he hartado un poco del tema deporte. Para hacer un poco de ejercicio y pasarlo bien está bien, pero me temo que eso del deporte es mucho más que eso. A ver quién es el mejor. Quién está más delgado y quién tiene más musculitos. Para que la gente está orgullosa de que el chaval es deportista, porque eso es cosa de chicos, eso es lo normal.
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